lunes, 31 de julio de 2017

Las muchas ganas

Sería estúpido pretender que una persona o un grupo que anuncia un golpe de Estado, disfrazándolo con lo que considere oportuno, estuviera por la labor de debatir en razón a parámetros ciertos y justos. Llámenle independencia (con violencia en las cosas o en las personas), llámenle revolución, llámenle libertad, llámenle democracia, llámenle como quieran, en realidad todo se reduce a tener muchas ganas de algo hasta tal punto que la consigna es un fin por el que se deben superar los escollos que puedan aparecer en el camino.

Cataluña como tal nunca se ha constituido como nación, ha existido un Condado y alianzas feudales de las que han habido a cientos por Europa; muchos estados europeos avanzados se han formado mucho más tarde que España; el Nacionalismo y el discurso pancatalanista apareció tras la debacle del 98, después que la burguesía catalana se quedara sin su comercio en las colonias de ultramar, entre otros el de esclavos. Se renovaron las ganas, las ganas que históricamente han sido utlizadas para manejar a poblaciones que por su causa llegaban a la guerra en pos de su propia grandeza, la que les decían sus élites y que venían a justificar su lucha.

Resumir esas ganas en un eslogan simple, derecho a votar o a decidir, es el mejor modo de describir un deseo, una emoción en lugar de una justa demanda razonable pertrechada de argumentos. Como si todos los países y las democracias se subsumieran a coyunturas caprichosas de líderes y medios con capacidad de influir en amplios grupos sancionando la posibilidad de crear su propio Estado si una parte de un territorio así lo decidiera. La ley fundamental, la relativa rigidez de un ordenamiento jurídico suele ser proporcional a la historia y solera de su territorio como país para evitar precisamente coyunturas populistas dirigidas a persuadir a la población por la vía emocional desdeñando referencias objetivas.

El problema serio, al margen de la situación excepcional en España, es la lección y mensaje que ofrece el Independentismo catalán, y este no es otro que: las muchas ganas, si consiguen constituirse en masa, en cantidad considerable que la pregonen, se antoja suficiente para promover un conflicto y retorcer la lógica histórica y legal. Una lógica que se trastoca por la senda de los hechos consumados que no rinden cuenta más que al propio deseo, de modo que lo importante no es tener razón y argumentos objetivos sino lograr que hayan muchas personas que lo crean, se sientan agraviadas, y en consecuencia tengan muchas ganas de desagravio alcanzando su objetivo. En este caso el diálogo huelga, porque los interlocutores solo pretenden imponer su arbitraria voluntad y su lenguaje no está intencionalmente concebido para llegar a una solución lógica o justa, sino en dar satisfacción al objetivo pretendido, es decir, a su lógica y a su justicia.

viernes, 28 de julio de 2017

El rumbo

Hay políticos que pasan su carrera rodeados de encuestas de popularidad, quizás no explícita y literalmente envueltos de politologos pero sí constantemente preocupados por las opiniones que los demás tienen de uno mismo. En lógica evolución, esos políticos cuando alcanzan cierto poder tienen a su encuestador de cabecera como en tiempo antiguo un monarca podía tener a su pitonisa o su astrólogo. Lo primero que pone de manifiesto tal situación es que el político no tiene sus ideas o sus principios del todo claros, más bien intenta adaptarlos a lo que piensa será el agrado de una audiencia, de una población. Por supuesto que en los tiempos que corren sería insensato prescindir de cierta información estadística sobre la opinión de la población, pero nunca para condicionar las políticas por las que uno se supone se presenta como candidato. En la vida real, las personas que tienen la suficiente personalidad para guiarse por su criterio y no ceder al común popular suelen ser las más respetadas y admiradas. Se destacan... pero sobresalir tiene un precio que no todos son capaces de satisfacer. Al defender una opción se debe asumir que existirá una parte, puede que grande, que la rechazará con independencia de que pudiera ser la mejor de las posibles. A lo largo de la historia, las tendencias mejores o peores solo han podido ser alteradas por este tipo de personas, hombres y mujeres que primaban unos principios o unas ambiciones o más bien ambas al unísono sin supeditar sus decisiones a lo qué dirá el común. Solo la aparición de alguien así evitará el rumbo inexorable al que nos dirigimos y que puede parecer bien a la mayoría, pero a algunos como yo, sin grandeza pero con una opinión clara y firme, nos parece un auténtico desastre.

miércoles, 26 de julio de 2017

El tempo

El tempo de las cosas es clave en general pero en política en particular. En el caso de la conspiración independentista, los tiempos han sido precisos y preciosos para los separatistas y todo lo contrario para los que les deberían haber hecho frente. Ya durante el reinado de Pujol se apagó toda sospecha y acusación que pesó sobre él y su grupo por el rodillo mediático que tan bien pertrechado tenía el molt honorable, pero la guinda fue la Editorial conjunta. Ese día finalizó el tempo para destapar el verdadero pastel entre la balsa de aceite. Asistimos en Cataluña a una (tan cacareada) democracia sin pluralismo informativo, sin alternativa mediática fáctica. Fue la explicación de que en Cataluña se hizo lo que dispuso el Nacionalismo - Independentismo al margen de intenciones. Los medios catalanes no paraban de mirar a Madrid y al PP justificando velada o abiertamente la necesidad de separarse de España, y no hay catalán que no piense que el partido de Rajoy no sea el partido más corrupto de la historia de la política española o mundial. Casualmente el partido que debía de actuar de muro de contención de las pretensiones soberanistas. No existe parangón en los tempos de la corrupción pepera con cualquier otra análoga. La gente en Barcelona, ya no digo en el interior de Cataluña, no se cortaba en hacer chistes o en hablar mal de cualquier miembro del Gobierno. Por el contrario, toda la corrupción nacionalista que pudo surgir en los medios tras el pulso separatista llegó tarde, a destiempo. Ya se había futbolizado la confrontación y los argumentos o los hechos, por ciertos y enormes que fueran, habían perdido peso y enjundia para hacer mella.