lunes, 7 de agosto de 2017

Que no se vete la opinión sobre turismo

Nada hay peor que un tema alcance protagonismo y actualidad, trending topic en lo que parece ya nuestra lengua materna, el lenguaje de las redes sociales. Todo razonamiento sobre una cuestión encierra, según la clase de opinador, una serie de variables más o menos fluidas y/o floridas, pero en el tiempo que se viene acuñando trending topic en vez de las ya vetustas denominaciones, suele ser más frecuente reducir las variables a una o dos como máximo. Como metáfora del like o el retuiteo, las opiniones generan adhesión o rechazo y las razones son más bien identificaciones grupales mezcladas con un maximalismo que obliga a decidir si estás a favor o en contra. La etiqueta está a la espera acechando.

Recuerdo el día del "¡Por qué no te callas!" del Rey Juan Carlos que llamó en mí poderosamente la atención. Su falta de inhibición desacostumbrada para su obligada mesura y corrección me hizo sospechar sobre la aparición de una incipiente demencia. Razón que reforcé con la total indiscreción que desplegó Don Juan Carlos al desvelar a los medios una confidencia que había mantenido con Fernando Alonso. Algo no funcionaba como debía. Desde entonces pasé a defender la urgente abdicación de su majestad en su hijo, el príncipe Felipe. Pero apareció Pere Navarro, líder por entonces del PSC pidiendo la abdicación como si reclamara su cabeza. Una vez más la psicología inversa estableció su inexorable mecanismo y cualquier debate sobre la cuestión se redujo a un: a favor, en contra.

A fin de cuentas, pese a los avances o gracias a ellos, la ideología del eslogan está más vigente que nunca y si no díganselo a toda esa joven muchedumbre que abraza como si fueran defensores de la única verdad cierta su "Derecho a decidir" o "Derecho a votar" como principio y fin de discurso.

El turismo es imprescindible para España y parece inevitable que cuanta más gente conoce nuestro país, más quieran visitarla. Ahora bien, sería justo, que al igual que los próceres podemitas y análogos deberían sufrir okupaciones en sus inmuebles y de sus familiares, los opinadores deberían transitar y vivir en esas zonas donde el turismo masivo produce algo más que un intercambio cultural (por supuesto, sin vivir del mismo). Puede que con el tiempo y por razones muy alejadas a los grupos de camorristas de Playstation se plantearan abrir el melón del tipo de turismo al que deberíamos aspirar con hechos y no con eslóganes del tipo: "Suelo ver los documentales de la 2". A fin de cuentas, quien no tiene la culpa de todo esto, es precisamente el turismo.

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